Capítulo 11. Tres son multitud.

-          ¡Celeste! ¿Siempre tienes que hacer lo mismo? ¡Tú dirás que llegas bien al instituto, pero es que ya es tarde! –Genial, un discurso de primera mañana… -son las ocho y tienes que ir andando, haber como llegas. –siempre me llevaba en coche, pero los miércoles ella entraba a tercera hora. Mi madre era profesora de lengua en el instituto, y por si no hubiera un amplio profesorado, este año me iba a dar clase ella. Magnífico…

-          No mamá, son menos cinco.-me comí un donuts medio atragantada.-entro en el baño y en cinco minutos me voy.

-          Y ponte la chaqueta del uniforme.

-          Mamá hace calor. –me quejé.

-          Celeste, hoy es la presentación, póntela. –puse los ojos en blanco resignándome. Los asuntos del instituto mi madre los llevaba a raja tabla, aunque me la puse solo porque la chaqueta era lo que más me gustaba del odioso uniforme, supongo que por que era la única parte que permitían que pusieras a tu gusto (siempre que fuese azul marino, con el escudo celeste y dorado bordado). Y la americana que me había comprado para este curso era perfecta y chulísima. La compre este verano en la semana que estuve en Madrid y aunque es posible que me encontrase varias por el instituto, esperaba que ninguna con los puños vueltos del exacto color celeste del uniforme, vamos ninguna igual que la mía.

El instituto había comenzado, dejando atrás las vacaciones verano. Hacía ya semana y pico desde que recibí la pulsera de Helena y me quedé una hora sollozando en los brazos de Lucas. No pude evitar sentirme como una tonta por hacerle aguantar aquello, sobre todo porque instantes antes me hubo contado que su hermano ya no estaba a su lado.

Aunque me encantaría que me contara lo que pasó antes de que se mudara definitivamente aquí, por descontado no le volví a mencionar el tema, sabia que le dolía demasiado. Además, no tuvimos demasiadas ocasiones a solas.

El grupo se puede decir que se había consolidado; Andrea estaba oficialmente saliendo con Gabriel aunque lo pareciese casi desde que se conocieron; Víctor y Aitor me caigan bastante bien, más que bien a decir verdad y sabía que yo a ellos también. Nos pasábamos el día haciendo bromas y gran parte de ellas a Lucas. Siempre se las había tomado con humor porque no eran nada pesadas, pero a menudo se aliaba con Andrea y Javi para tomar represalias contra mi, incluso alguna que otra vez me pareció que estaba celoso de sus amigos.

Y en cuanto a Helena, su madre me había dicho que estaba viviendo cerca de una tía suya que estaba pendiente de ella. No podía creerme que lo aceptara así sin más, como si se hubiese quitado un peso de encima. En el fondo sabía que Helena lo había estado pasando fatal y aunque puede que fuese algo muy tonto por mi parte, nunca me quitaba la pulsera de mi mano izquierda.

Mi casa estaba a 20 minutos del instituto. Cuando era pequeña vivía justo al lado, pero nos mudamos a una estupenda casa al lado de la playa, con un precioso jardín iluminado por las luces de la piscina. Cualquiera pensaría que mis padres se habían echo ricos, pero seguían siendo de clase media, (como ya he dicho mi madre era profesora y mi padre trabajaba en las oficinas del INEM que se encuentran en la ciudad, por lo tanto los dos eran funcionarios) la casa solo era una herencia familiar, y tampoco es que mis abuelos fuesen ricos, solo que vivían aquí cuando apenas había gente y una casa como esa no costaba ni de lejos lo que ahora. Ni mucho menos era una mansión ni nada de eso, pero no me imaginaba viviendo en otro sitio, para mi era mi pequeño palacio.

Pero ahora no estaba en ningún palacio, ahora estaba en la cárcel. No me daba tiempo de tomarme ni un respiro cuando llegué, entre directamente en la clase, que por suerte era la mejor del instituto. Justo en el centro del pasillo de la tercera planta. Todos queríamos que nos tocase en ese pasillo, y los que no tenían la suerte entre clase y clase siempre se iban para allá. Todos los días se formaban mini recreos de 5 minutos que los maestros intentaban evitar prohibiendo que saliéramos de las clases hasta el recreo, pero obviamente nadie hacia caso a eso.

Conseguí cojer un sitio al lado de la ventana, dos sitios mas atrás de la mesa del profesor. Dejé la mochila encima de mi mesa en señal de “ocupado, búscate otro sitio” y me fui a la puerta a hablar con quien fuese, pero Alonso no tardo en llegar. Y los más de 30 alumnos nos sentamos en nuestros sitios.

Estaba sacando las cosas de su maletín y mi teléfono comenzó a sonar. Me tuve que haber puesto como un tomate mientras los demás comenzaban a reírse por lo bajo. Me reí yo también porque en estos casos no hay nada mejor que reírse de uno mismo.

-          Celeste, no te lo tomes como algo personal, pero ya sabéis que me sienta muy mal que os llamen en clase, porque me pongo triste ya que nadie me llama porque por si no os acordáis no tengo amigos… -todos nos reímos al unísono. Creo que era la única persona en la faz de la tierra que podía hacer amena una clase de historia.

Mientras el profesor comenzaba a pasar lista miré que fue lo que provoco el sonido de mi móvil: un mensaje de Andrea “¡¡dile al maestro que no me ponga falta, que ya llego!!” siempre tarde… no tiene remedio.

-          ¿Celeste Cáceres? -

-          Presente.

-          ¿Andrea Cruz?

-          Enseguida vi…

-          …¡presente! –justo a tiempo.

Había algo en ella que llamaba mi atención. No me lo podía creer y por su cara también de había dado cuenta.

-          ¡Tu chaqueta! – nos recriminamos al unísono.

-          Si chicas ya nos hemos dado cuenta de que habéis pillado un 2x1, dejadme pasar lista.

Después de la hora de presentación de historia, llegó otra aburrida de francés (la asignatura que más odiaba en el mundo), otra de griego (¿a quien demonios se le había ocurrido poner dos idiomas juntos? Me iba a volver loca) y al fin llego el recreo. Los alumnos de bachillerato tenían permiso para salir cuando quisiéramos y en el recreo nos fuimos al parque (constituido básicamente de una gran masa de césped) que era prácticamente como si fuese del instituto, ya que solo había que cruzar la carretera y estaba atestada de alumnos. En la época de exámenes era mejor que la biblioteca.

Estábamos todos sentados en el césped, con nuestros respectivos uniformes discutiendo de las clases y Andrea y yo, de la chaqueta.

-          ¿De verdad no te podías haber comprado otra mona?

-          ¡Haberte comprado otra tú! ¿Me espiaste para comprártela en el mismo sitio e igual que la mía o que?

-          Perdona pero yo estuve en Madrid comprándola, tú la encargas… –y en lo que yo decía eso alguien me tapo los ojos por detrás.

-          Madre mía… -dijo Andrea, podía ver su cara de asombro incluso con los ojos tapados.

-          ¿Quién es? ¡quita!

-          Adivínalo. –se escuchó un voz alegremente.

-          Iván… -las manos me soltaron. Había pensado que la próxima vez que lo viese me dolería, me pondría melancólica y no podría evitar montar una escenita. pero de un tiempo en adelante deseche esa opción, porque simplemente no pensaba en él, ni en volver a verlo. Pero la alegría y la simple amistad que había despertado al verlo era genial, ¡porque podría decirle tantas cosas sin que doliese! Salté a sus brazos con alegría, orgullosa de mí misma. – ¡Dios! ¿cuando has llegado? ¿vas a ir al instituto?

-          Claro, si llevo el uniforme tonta, anda ven… -me agarró de las manos y me arrastró de nuevo hacia él. Error, conocía estos abrazos y me estaba incomodando. De pronto aflojo el abrazo, como si algo le hubiese distraído. Estaba mirando a Lucas con una expresión inescrutable, como Lucas había mirado esa foto. Iván me susurró.

-          ¿Lo conozco? – ¡otro paranoico!

-          No creo. –dije con voz aburrida.

-          Vaya… el grupo esta cambiado ¿no?

-          Las cosas han cambiado mucho desde que te fuiste… -suspiré y sonreí buscando a Lucas mirándome como si estuviese enfadado. Mi sonrisa se volvió confusa.

A las dos y media salimos del instituto tras tres aburridas horas más de presentaciones. Andrea y yo salimos de las últimas, como siempre porque no entreteníamos con una mosca.

-          Tu hombre. –le dije mirando a Gabriel que estaba a la salida de la verja.

-          Y tus hombres. –señaló a algún sitio.

No me había fijado que Iván estaba al otro lado de la puerta y Lucas afuera apoyado en el respaldar de un banco. Salí unos metros fuera de la verja, sonriéndole a Ivána su paso y saludando a Lucas con la mano. Los dos se acercaron, cada uno por un lado.

-          Celeste qui… -comenzó  a decir Lucas, pero Iván le interrumpió

-          Oye Cele, mi madre me ha pedido que te quedes hoy en mi casa a almorzar. A echo una enorme fuente de espaguetis, tu comida favorita. –sonrió orgulloso. –vamos ven, ya sabes que mi madre te quiere mas a ti que a mi. Esperemos a que salga tu madre, a ver si te deja, ¡seguro que si! –estaba tan entusiasmado…

-          Supongo que podré. –me encogí de hombros. –Lucas, ¿ibas a decirme algo verdad? –pídeme que me vaya contigo al fin del mundo, estoy dispuesta a sacrificar mi comida favorita… -¿Lu...? –ya se estaba marchando.

-          …no, no era nada. –dijo ya a unos metros de mi, mientras seguía avanzando. Y así me dejó, con la palabra en la boca.